La historia de la cerámica empieza con el barro, el agua y el fuego. El barro es uno de los materiales más abundantes con una cualidad plástica fascinante que los seres humanos hemos usado desde antaño, produciendo objetos que reflejan y documentan historias, culturas y sociedades. Fácilmente, se nos olvida que con las más simples herramientas, como las manos y la arcilla, se han creado objetos sencillos y hermosos, como cuencos o alucinantes porcelanas. Nos rodeamos de objetos, pero olvidamos que cada uno de estos tiene una historia detrás… historias de guerras, de mercados, descubrimientos etc. Y es la continua curiosidad e interacción entre personas y culturas, la que ha generado los más maravillosos ornamentos, cuencos o cerámicas, admiradas por milenios. Es la continua movilización de un lado para otro, la que ha enriquecido nuestras culturas.

En estos ires y venires, las cerámicas documentan esas historias de desplazamientos e interacción entre culturas, son registro de los avances tecnológicos, de guerras, de viajes y cosmologías. Cuentan historias de cómo cada cultura se ha desarrollado y llevan en sí mismas símbolos sociales. Desde los primeros objetos rituales en arcilla cocida hasta las impresionantes réplicas en impresoras 3D, siempre hay una historia escondida; siempre hay alguien detrás dejando su impresión existencial. Esta apreciación es más evidente en el arte, “tal y cual artista dejó plasmado en el lienzo cambios sociales”. Sin embargo, los objetos también son registro tangible de cambios, tanto culturales, como sociales o tecnológicos.

En la ruta de la seda, mercaderes, peregrinos, viajeros y aventureros han dejado plasmados en cerámicas sus rutas y aventuras desde el lejano oriente hasta la las islas británicas. Los primeros en experimentar con mayor riqueza fueron los chinos y fue en China, donde se encontraron las primeras vetas de arcilla blanca, o lo que hoy conocemos como porcelana. Estas cerámicas blancas, translucidas y resistentes obsesionaron a los califas, a los reyes y a los aristócratas europeos, quienes comisionaban a sus ceramistas locales para lograr producir este tipo de cerámica blanca. Y no sería hasta bien tarde en el siglo XVII, cuando se inventaría una fórmula para producir una arcilla similar en Europa. Sin las minas de cobalto de Persia, los chinos no habrían creado porcelanas blancas con azul. Y sin la invención de la rueda en Mesopotamia, los europeos o chinos nunca habrían desarrollado famosas fábricas de cerámicas de producción masiva. Por otro lado, si miramos la tradición ceramista precolombina, podemos ver cómo estas culturas desarrollaron al máximo técnicas manuales y terminados perfectos sin tener la rueda o los esmaltes, pues estos descubrimientos llegaron tardíamente a las Américas después del encuentro entre estos dos mundos en el Renacimiento.

En diferentes cosmologías, las diosas y dioses de diferentes culturas han creado a la Humanidad a partir del barro. El barro y la cerámica pueden ser un símbolo creador. Elaborar una pieza de cerámica puede ser como dar a luz, una cerámica puede ser metáfora de los niños y una vasija puede ser el símbolo de la vagina, el contenedor de la vida misma. Algunos mitos nos contarán historias de cómo el dios o la diosa, o en colaboración, crearon a la Humanidad a partir de pedazos de barro. Y desde estas milenarias historias, podemos ver cómo en varias culturas el rol de la mujer ha estado supeditado al rol del hombre. Tanto en el génesis, como en el Corán o en la historia judía del Golem, la arcilla ha jugado el papel de la vida. La tierra, como elemento de fertilidad, se convertirá en el elemento creador. Sin embargo, en la China fue una diosa, la que, con la ayuda de los dioses, le dará vida a figurines de barro. Y, así, Prometeo, dios del Olimpo, creará a los humanos de barro con la ayuda de Atenea que soplará la vida en ellos. Y, así, varias historias van desde Egipto, Camerún, hasta Nueva Zelanda. En los mitos precolombinos, las mujeres habrán heredado ese conocimiento a través de las serpientes, quienes eran madres de todos los pueblos bajando por el amazonas. Ellas les enseñarán a las mujeres dónde encontrar el barro para hacer los cuencos de la vida. Y, de este modo, con nuestras manos podemos, hoy en día, hacer objetos que nos maravillan.

Las mujeres han estado relacionadas históricamente con la producción manual y con objetos de uso doméstico. Cuando la rueda se inventa, el hombre pasa a tener un rol prestigioso. En China y Europa, el hombre se convertirá en el famoso dueño de las fábricas, en el artista o el ceramista de los reyes. Históricamente, las mujeres han estado identificadas con la producción, el servicio y el consumo de cerámicas. Los oficios alfareros y la decoración de estas ha sido, sobre todo, una labor femenina y lo sigue siendo aún hoy en día. De igual modo, no han sido sino mujeres, las que se han identificado con el consumo de vajillas o porcelanas. Vemos cómo en la vida moderna la producción manual pasa desapercibida, a pesar de los pequeños esfuerzos por valorarla. Tal vez, es un reflejo de cómo, aún hoy en día, las mujeres, a pesar de los esfuerzos libertarios, se mantienen en el anonimato del hogar y la vida doméstica, o en la opresión de trabajar y seguir realizando las misma labores domésticas. Sí, las cosas están cambiando, pero cuando leemos las historias nos preguntamos qué tanto han cambiado. Por ahora, el mundo fascinante y misterioso de la cerámica esta ahí para explorar y deleitarnos; y tal vez para continuar dando espacio a diferentes voces e historias.

Verónica Restrepo

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